lunes, 24 de enero de 2011

Por Héctor Castro: Dulce crepitar


Hoy no voy a escribir ningún artículo. O, al menos, eso es lo que me parece. En un crudo día invernal o, mejor aún, en este atardecer gélido, quiero rendir homenaje a ese dulce crepitar de los leños en el fuego. ¿Quién no recuerda una fría tarde de invierno acompañada de los chasquidos de la madera en un fuego de tierra? El estrépito de los tarugos que se consumen lentamente entre las abrasadoras llamas multicolores produce un sosiego entre aquellos que miran ensimismados, o no, cómo se va consumiendo la madera.

Una tarde perfecta disfrutando del calor de la lumbre. Estar con la persona amada ante uno de los cuatro elementos y oír sus susurros entremezclados con el crujir de los troncos y sentir sus caricias entre las sombras de la hoguera. Percibir su presencia confundida con el oscuro aroma que desprenden al consumirse las bravas ramas que sucumben a su destino. Una sobremesa ideal charlando de lo divino y de lo humano mientras avivas las llamas que devoran exquisitamente los rastrojos. Dialogar sosegadamente con los amigos ante la atenta mirada de un fuego que te protege de los gélidos copos que juguetean en el exterior. O simplemente un atardecer indolente en el que tus pesados párpados se cierran mientras apuras las últimas páginas de un interesante códice.

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