lunes, 22 de agosto de 2011

La verdadera historia del hombre (6)

-¡Dios mío, genoveses! —grité.

Estábamos perdidos. Ellos querían el cofre, nosotros también; nosotros éramos dos, ellos veinte, por lo menos. Cuando peor estaban las cosas… oímos disparos. Creí que nos disparaban pero… ¡quién iba a decirlo!, los soldados británicos acababan de salvarnos. Mientras ambos bandos se entretenían, Pablo y yo aprovechamos la ocasión para escapar.

Castro Ariño
Todo parecía solucionado, ya se podía ver la vital luz del día, estábamos a escasos metros de la salida… cuando por sorpresa apareció otro escuadrón de soldados genoveses. Nos pidieron de nuevo el cofre. Ellos estarían a unos veinte o treinta metros en dirección a la salida, detrás habíamos dejado un campo de batalla, ¿qué hacer? –nos preguntábamos-.
Los genoveses avanzaban. De repente cogimos una desviación y pudimos ocultarnos –las ramificaciones en ese punto eran múltiples- aunque, eso sí, sin saber dónde estábamos. Los militares pasaron de largo. Entonces reemprendimos la marcha, a oscuras y yo resbalé…

Héctor Castro Ariño -

-¡Socorro, ayúdame Pablo!

Pablo tenía el cofre sujetado con ambas manos; yo colgado de un hierro no podría aguantar mucho tiempo, pues me quemaba las manos. El hombre de la cicatriz en la cara estaba inquieto, no sabía qué hacer, no se decidía entre salvarme de nuevo la vida o no soltar aquel cofre que le podría proporcionar riquezas infinitas. ¿Qué hacer? Yo ya había encomendado mi alma al Cielo cuando un fuerte ruido de escurrimiento se produjo a mi derecha a la vez que un fuerte “¡no!” resonó por toda la cueva. Por mi la lado diestro vi caer el baúl al vacío con todo lo que aquello conllevaba. A mi lado izquierdo vi al hombre, al ser humano, que de nuevo me salvaba la vida. Por fin se había decidido, y fue por salvar la vida de un ser humano como él, de otro hombre. Abajo caía todo lo que significaba codicia, ambición, riqueza, guerra, violencia… Arriba solo quedaban lazos de humanidad y de amistad. Era increíble, cuando solo quedaba la tarea fácil, aquel hombre optó por salvar mi vida cuando hubiera podido intentar salvar el cofre y, si yo no hubiera podido zafarme, más a repartir entre Weihoisa, Quesada y él. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que realmente había ocurrido y el porqué de aquel viaje. Habíamos hallado la riqueza más grande del mundo: la solidaridad y la amistad.
Pablo y yo nos encaminamos hacia la salida y, ya afuera, se acercaba un pelotón de tropas venecianas que, al vernos sin el cofre y al oír los disparos que se producían en el interior de la cueva, creyeron que en el interior de la gruta estaba lo que buscaban y no se daban cuenta de que aquello está en el interior de cada hombre.

Capítulo 7
Capítulo 5
Capítulo 4
Capítulo 3
Capítulo 2
Capítulo 1



Héctor Castro Ariño+





Autor: Héctor Castro Ariño

2 comentarios:

  1. Es una pena no haber seguido este blog para leerlo día a día; pero he de decirte que me acabo de leer los 7 relatos de La verdadera historia del hombre, y otros tantos de tu blog, y me encantan, en especial este, de piratas. A partir de hoy seguiré cada día tu blog, espero que sigas creando estos relatos magníficos. Además, pronto me haré un blog, así que a te pasaré la dirección y espero que mis historias te gusten tanto como a mi las tuyas.
    Un saludo, Hector!

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    1. Muchas gracias amigo. Para mí es una satisfacción que te gusten mis relatos. Espero que te sigan gustando mis próximos artículos y al respecto de tu futuro blog, por supuesto que leeré encantado tus relatos e historias.
      Un abrazo, amigo.
      Héctor

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