lunes, 27 de junio de 2011

Héctor Castro Ariño: La verdadera historia del hombre (1)

héctor castro ariño aPrólogo


Queridos lectores:

Hoy iniciamos una nueva singladura literaria con la entrega periódica a capítulos de un nuevo relato. Es uno de mis primeros relatos de juventud. Quizá por el título el lector pueda pensar que se trata de un escrito de temática metafísica o trascendental. Pero no es así. Estamos ante un relato de piratas y aventuras.

Espero lo disfrutéis.

La verdadera historia del hombre (1)

Estaba paseando por el muelle aquella tarde lluviosa. La tormenta arreciaba fuerte. La lluvia copiosa y el intenso viento castigaban duramente aquella pequeña embarcación en la que debíamos partir al día siguiente. Por un momento vacilé y estuve a punto de echarme atrás, pero mi fuerte irreflexión, mi espíritu aventurero o el designio divino no me lo permitió. Pasé la noche en una posada cercana al puerto. Era un antro de mala muerte, pero discreto. La noche acalló por unos instantes la tempestad, pero solo unos instantes. Mi propia tensión me hizo caer en un profundo pero intranquilo sueño a la vez.

A primeras horas de la mañana me levanté y me dirigí hacia el lugar exacto; el cielo estaba en calma pero en tono amenazante. El soplo seco y frío del viento hizo amagarme bajo mi poncho. Al fin llegué al muelle y me encaminé hacia la pequeña embarcación. Estaba fuertemente dañada, sin duda, por la tormenta de la noche anterior. Dentro me esperaban tres hombres a los que no conocía. A eso de las seis y cuarto zarpamos rumbo Isla Coral.

hector castro ariño b


El mayor de los tres hombres rozaba los sesenta años, de complexión fuerte y alto, y con una poblada barba canosa. El más joven no tendría aún los treinta, era alto y delgado, y de expresión tranquila. El último era el que más me inquietaba, era un hombre maduro, de unos cuarenta años. Embozado como estaba en su capa, no podía verle el rostro. Al fin descubrió su cara. Una cicatriz adornaba su mejilla izquierda. Una mirada fría y penetrante desprendían sus oscuros ojos. De nuevo se volvió a embozar tras su oscura capa. Nadie gozaba decir nada, ni pronunciar un solo vocablo, ni una sola sílaba. Las dificultades con nuestra nave a causa de los desperfectos que ocasionó el fuerte viento y la abundante agua de la tempestad me permitieron oír sus voces. El más viejo, con una voz ronca y profunda, ordenó taponar algunos agujeros, y enderezar los mástiles con unos cabos que allí había. No sabíamos cuánto podría aguantar nuestro pequeño barco. Si los piratas nos encontraban, no podríamos pensar siquiera en huir, aquella embarcación era tan frágil como un tapón de corcho en un pozal de agua. Por esas aguas navegaba De Quintana, el bucanero más sutil que jamás conocí. Sé que pensarán que esta historia que les estoy relatando es del siglo pasado, donde la lucha con los asaltantes marinos era muy frecuente, pero se equivocan, estamos en pleno siglo XVIII, y lo que aquí estoy narrando sucedió mientras corría el año de gracia de mil setecientos cincuenta y cinco.

Continúa en Héctor Castro Ariño: La verdadera historia del hombre (2)
Para leer otro relato literario pincha en Asesinato en la niebla (1). Por Héctor Castro Ariño

miércoles, 15 de junio de 2011

"Un cadáver en la biblioteca", de Agatha Christie. Reseña literaria por Héctor Castro

La “reina del crimen” o “reina de la intriga”, apelativos con que se conoce a la escritora británica Agatha Christie, nos ofrece una deliciosa novela policíaca en la que nada es lo que parece. Una sagaz Miss Marple -Jane Marple- será la encargada de descubrir a los culpables del asesinato de dos jóvenes.

En esta obra y, a grandes rasgos, Agatha Mary Clarissa Miller –nombre real de Agatha Christie- repite el esquema tradicional de sus novelas policíacas pero, sin embargo, en esta ocasión no ofrece al lector un cúmulo claro de datos y detalles para que este pueda descubrir el misterio a la par que Miss Marple como sucede en otros de sus relatos. Esta vez el lector queda sorprendido por un desenlace inesperado. A pesar de este final imprevisible cabe recordar que anteriormente ya había escrito alguna otra obra donde sorprende al lector con finales sorprendentes como en La muerte de Roger Ackroyd.

El personaje de Miss Marple, una anciana solterona aunque amable y vitalista, como la define la propia autora, centra todo el hilo argumental de la novela ya que todo lo que se va descubriendo pasa por ella. Jane Marple es un señora mayor que reside en el apacible y bonito pueblo de St. Mary Mead, en el interior de Inglaterra, cuyo éxito para resolver los crímenes y atrapar a sus responsables reside básicamente, como ella misma afirma, en el conocimiento que posee de la naturaleza humana. En ocasiones parece que no tiene en muy buena consideración a la especie humana y, sobre todo a los hombres, y acostumbra a repetir que “la gente es igual en todas partes”. A pesar de ello, en el fondo Miss Marple es una mujer que ama la vida por encima de todo así como la condición humana. Es observadora y tiene una capacidad analítica que supera con creces a los mejores policías del país, incluso a los de Scotland Yard.

Un cadáver en la biblioteca es una novela fresca y llena de intriga desde la primera línea. Su estructura es muy simple ya que sigue los tres estadios de introducción, nudo y desenlace. El hecho de que su organización no sea compleja no significa que el libro carezca de personalidad, calidad o interés, más bien todo lo contrario, ya que consigue hilar una misteriosa trama desde su incio hasta su desenlace. La acción se desarrolla sin pausas que pudieran hacer perder tensión en la lectura. El lector disfruta de un elenco de personajes entre los que se encuentran los criminales y ello le permite poder sospechar de cualquiera de ellos a medida que transcurre el relato aunque, como ya hemos dicho, en esta ocasión será muy difícil adivinar quién es el asesino.

En esta obra, publicada en 1942, Agatha Christie aprovecha para criticar algunos de los estereotipos de la Inglaterra de mediados del siglo pasado. Hace un repaso a la diferente tipología de personas y estamentos sociales de la época. Sin duda alguna que leyendo esta novela podemos hacernos una idea muy cercana a la realidad de lo que era en esos años el país del Big Ben. De hecho, incluso el personaje de Miss Marple es costumbrista, empezando por su manera de vestir clásica y típica de las señoras mayores así como sus modales y costumbres típicas del interior de Inglaterra.

Como es habitual en las historias de Miss Marple, la acción de esta novela se desarrolla también en pequeñas poblaciones de la Inglaterra rural donde sus vecinos son ciudadanos modélicos y donde un asesinato coge desprevenidos y por sorpresa a todos los habitantes del entorno, incluyendo a la propia Policía. Agatha Christie consigue inundar de desasosiego y tensión el lugar más apacible. La escritora también tiene la virtud, como podemos comprobar en este relato, de combinar perfectamente personajes planos y personajes redondos que dan forma a la trama argumental. La evolución psicológica de algunos de los personajes es una auténtica demostración de la capacidad creativa de la autora que, a su vez, es capaz de describir al detalle algunas de las situaciones que se dan en la historia para provocar en el lector un anhelo de curiosidad que lo lleva a imaginar aspectos que no han sido descritos.
Aunque numerosas de las novelas de la “reina de la intriga” han sido llevadas tanto al teatro como a la televisión, algunas de ellas han sido trasladadas también al cine como en el caso que nos ocupa ya que Silvio Narizzano dirigió la película Un cadáver en la biblioteca que fue estrenada en 1984.


"Matrimonio de sabuesos", de Agatha Christie
"El caso de los anónimos", de Agatha Christie




Héctor Castro Ariño+





Autor: Héctor Castro Ariño

miércoles, 8 de junio de 2011

Asesinato en la niebla (y 7). Por Héctor Castro Ariño

Uno de los hombres se dirigió apresuradamente hacia el silo, el otro salió corriendo hacia el coche. De dentro del silo saltó el tercer policía cerrándole el paso al individuo que intentaba huir. Los presuntos delincuentes no opusieron, entonces, resistencia alguna. Una vez esposados se encaminaron todos hacia el pantano. Allí estaba la barquita que anteriormente ya había visto el oficial. Esa misma madrugada policías y sospechosos se dirigieron a Zaragoza. Allí los dos hombres detenidos ya pasaron a disposición judicial.

Ese sábado Frago no apareció por La Litera. Eso llamó la atención de los habitantes del pueblecito protagonista de esta aventura. No fue hasta el domingo cuando la gente volvió a ver a Frago en la iglesia. Esa misma tarde hubo un pleno extraordinario en el ayuntamiento donde el agente explicó los hechos y agradeció a todo el mundo su colaboración. La víctima, Paco Salat, había agrandado su silo, con permiso del ayuntamiento, ocupando algo de término municipal y, en una de las paredes rocosas, descubrió zusa, aunque él no sabía ni lo que era. Como era muy mañoso enseguida empezó a esculpir y a hacer figuritas con ese material. Tiempo atrás Salat había estado envuelto con gente del hampa, gente que de cuando en cuando aún le habían hecho alguna visita a la torre intentando extorisonarlo. En una de las visitas descubrieron las figuritas y rápidamente vieron que era zusa. Esa gente obligó a Salat a guardar silencio y poco a poco fueron ampliando y explotando ese silo millonario. A Salat le tocaba una mínima parte de los beneficios, la cual aceptaba para no levantar las sospechas de los delincuentes. Pero Paco tenía la idea de decir la verdad algún día; se lo privaban las amenazas de los criminales. No solo él estaba amenazado, amenazaban también de asesinar a gente del propio pueblo como descubrieran que se había ido de la lengua. La noche del crimen Paco Salat les había dicho que ya estaba harto, había discutido fuertemente con los dos hombres detenidos. Después de esa discusión, los dos hombres sospecharon que Salat tenía intención de delatarlos a la policía, así que cuando esa madrugada fueron al terreno de Salat para sacar zusa del silo como otras noches, ya tenían pensado eliminar a Paco. Una vez cargado el zusa en el todoterreno, cogieron a Salat y se lo llevaron hacia el pantano con la excusa de que tenía que ayudar a uno de los hombres a llevar la carga esa madrugada, cosa que nunca había hecho. Una vez en la barca, Salat empezó a sospechar al comprobar que eran los dos hombres los que también subían a la misma. Una vez estaban algunos metros adentrados en el pantano Salat intentó tirarse al agua y escapar pero uno de los malhechores lo agarró del cuello y se entabló una dura pelea. Finalmente el otro hombre le dio un fuerte golpe con una barra de hierro en la espalda y Salat cayó al agua muy tocado. Allí fueron los delincuentes los que lo hundieron hasta que lo ahogaron. Después lo llevaron hasta la ribera y lo dejaron allí. Los trocitos de hormigón encontrados alrededor del silo de Salat pertenecían a un tubo hormigonado de gran diámetro utilizado, a modo de rodillo por los acusados, para romper trozos excesivamente grandes de zusa y, los restos del propio zusa que Frago había encontrado en la tierra de cultivo de Salat, eran menudencias que no se podían aprovechar y que los delincuentes mezclaban con la tierra para esconderlos. Aparte de los dos hombres detenidos la policía había desmantelado en Zaragoza y Huesca una red mafiosa que comercializaba este zusa con países asiáticos.
Héctor Castro Ariño++
Ramón Frago había llevado el caso con una gran profesionalidad e intuición. La única cosa de la que había tenido dudas y de la que finalmente comprobó que era tal cual se había dicho desde un primer momento fue la que hacía referencia al lugar del crimen.

Frago se quedó un par de días más en el pueblo. Le devolvió el Panda al farmacéutico. Hizo aún unas cuantas partidas al guiñote y a la butifarra. En unos meses volvería a rondar por la comarca, por lo que prometió volver a hacer alguna partida. Antes de regresar a Madrid se fue al Pirineo a visitar a su hijo pequeño y, después, se estuvo unos días también en Zaragoza en casa de su hija. Era ya finales de mes cuando Frago, con la pipa encendida y fumando un tabaco aromático, se fue encaminando hacia la estación de El Portillo.

FIN


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Canal Litera
Ronda Somontano
Diario del AltoAragón


Opinión, en Ronda Somontano

domingo, 5 de junio de 2011

Asesinato en la niebla (6). Por Héctor Castro Ariño

Frago esperó pacientemente la noche, a ver si hoy había suerte. De nuevo ocultó el Panda por el terreno de Salat y a partir de las siete de la tarde se puso a vigilar. Esa madrugada haría una semana justa desde la aparición del cuerpo y del propio asesinato. El policía había dormido muy poco aquel día. Las horas pasaban y no se veía nada. Frago pegó alguna cabezada y hubo un momento en que el sueño lo venció. Eran las tres de la madrugada cuando un ruido lo despertó. Llegaba un vehículo, un Galloper. Era el mismo coche que había examinado en Barbastro. Desde la distancia lo siguió visualmente, no se atrevía a arrancar el coche y seguirlo sobre ruedas para no ser descubierto. Tenía localizado más o menos el lugar concreto donde se había dirigido aquel coce. Iban dos hombres. Sobre las cuatro y media de la madrugada el coche regresaba, esta vez de un modo más lento y muy cargado a tenor de lo baja que iba la parte posterior del vehículo. Ahora sí que los siguió físicamente desde una distancia prudente y con las luces apagadas, por lo que casi cayó por un pequeño
terraplén. Frago tenía en mente el pantano y, efectivamente, hacia allí fueron. En la orilla del gran pantano había una barca. Los dos hombres salieron del coche y empezaron a cargar la barca de un material el cual todo el mundo puede imaginar qué era, zusa. Una vez acabaron de cargar se dieron la mano y uno de los hombres se fue en la barca y el otro con el coche. Frago regresó a la tierra de Paco Salat. Eran ya las cinco y media y ya clareaba. El oficial se encaminó hasta el sitio desde donde había estado vigilando el todoterreno. Tenía en la mente l recorrido que había hecho ese vehículo así que no le fue difícil encontrar el lugar; además, aunque no había nieve, las marcas de las ruedas traseras de la vuelta, debido a la excesiva carga, habían dejado un poco de señales en el suelo.

Una vez llegó hasta el lugar donde habían ido los sospechosos, no había ningún rastro de zusa. Después de rastrear durante una hora esa zona, Frago solo encontró muy tapado por la naturaleza un silo de grano. Se podía ver gran cantidad de grano, pero, ¿por qué estaba tan escondido? Fragó entró. Eso era un silo espectacular, nunca había visto uno de tan grande. Linterna en mano, el policía se fue adentrando y resultó que el lugar tenía un par de pasadizos. Finalmente y, al final de uno de los pasajes, descubrió una pared rocosa formada por roca y por zusa. Estaba claro. Dentro de las tierras de Salat había zusa. Cuando el inspector se fue, lo dejó todo tal cual lo había encontrado y borró las escasas marcas que había dejado. Era sábado. Frago fue al ayuntamiento y en el registro examinó las propiedades, los terrenos y sus límites. Ese silo pertenecía a Salat, estaba dentro de su tierra, pero en el registro no aparecían esas grandes medidas que Frago había comprobado. Lo que era la montaña rocosa ya era del término municipal. El alcalde le explicó al policía que le habían dado permiso a Paco Salat para que agrandara el silo pero que no se había registrado en ningún sitio. O que no hubiera sospechado nunca el alcalde era la dimensión que había alcanzado. El oficial le pidió que no hablar de eso con nadie, que estaba muy cerca de resolver el caso y que no convenía levantar la liebre. El alcade le dio su palabra. Frago contactó con dos hombres de su confianza y los hizo venir a Huesca, no quería montar una operación polical importante que pusiera en alerta a los sospechosos. Los dos policías vinieron de paisano. Esa noche irían los tres agentes a vigilar el silo. Cuando cayó la noche, sobre las diez, los policías fueron al silo. Uno de los agentes se colocó dentro del propio silo y, el otro, juntamente con Ramón Frago, se ocultó alrededor del lugar. Pasaban las horas y se hicieron las tres, las tres y veinte minutos, las tres y media de la madrugada… Fraga se impacientaba, pensaba que tendrían que volver mañana porque posiblemente esa noche no aparecerían los dos hombres. Cuando más intranquilo estaba Frago unos focos iluminaron el terreno y apareció el 4x4. En el momento en que los sospechosos se encaminaban a pie hacia el silo Frago gritó:

- ¡Alto, policía! ¡No se muevan!


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jueves, 2 de junio de 2011

Cómo está el patio, Serapio: Por Roberto Lagunas Pisón

Queridos lectores:

En algunas ocasiones, como en la presente, tendremos el honor de leer a firmas invitadas que nos trasladarán mensajes desde sus diferentes ópticas sociales. Empezamos hoy con Roberto Lagunas Pisón, presidente de la
Asociación Regional de Autónomos y Amas de Casa (AREA), presidente de la Asociación Nacional de Autónomos, Profesionales y Amas de Casa (ASNAPA) y presidente de la Asociación Nacional de Micro Empresas-Aragón (CONAE).

Todos nos rasgamos las vestiduras cuando hablamos de los autónomos, emprendedores y demás sectores que nos pueden venir bien para los votos y así afianzarnos en nuestro silloncito. Bueno, pues también hay que pensar que los autónomos son de carne y hueso y con sus no pequeños problemas para poder sacar la economía hacia delante, camino por cierto no muy fácil y menos fácil como se lo pone el gobierno de turno. Este sector está atropellado por los impuestos y por la falta de atención de nuestros llamados gestores que son los que administran nuestro dinero sin ningún remordimiento y que, cuando el empresario falla en un pago, lo persiguen hasta la saciedad para que pague y pague aun cuando no tiene de dónde sacar.

Somos como los corderos, solo sabemos dejarnos llevar por estos señores que únicamente piensan en su jubilación a los seis u ocho años de política. Ninguno de los políticos ha planteado estar treinta años trabajando, si es que se puede, para que le den una jubilación merecida, aunque claro, igual es que ellos no son de carne y hueso como nosotros. El sector del autónomo está en vía de desaparición o, mejor dicho, de que nos hagan un museo y que nos disequen para que las generaciones que vengan digan: ¿Esos quiénes son?, ¿de qué especie o de qué mundo? Porque será una especie a extinguir. Los sindicatos van a lo suyo, los políticos también, entonces… ¡¿Quién defiende y se preocupa de este sector de marginados!? “Marginados” en el buen sentido de la palabra ya que es como nos hacen sentir estos señores. Pero el autónomo es más que eso: es emprendedor, expone su capital particular, da empleo, ¿qué más quieren que hagamos? Cuando en Aragón queremos fomentar el comercio nos encontramos con más y más pegas, todo son pegas y todos se lavan las manos. Qué fácil es que otros te hagan el trabajo y que al que no se merece ni los buenos días le den las medallitas. No entiendo esta tierra, por eso creo que somos como el silencio de los corderos: oír, ver, callar y obedecer; al fin de todo es lo que mejor se nos da.

Leer otros artículos de Roberto Lagunas Pisón en
Madrid. Carta al Presidente del Gobierno de España
El oportunismo y vagancia de algunas asociaciones de autónomos
Cumbre empresarial de empresarios y profesionales autónomos (24-25 febrero 2012) - Por Roberto Lagunas Pisón
Por Roberto Lagunas Pisón: "Los tontos listos"

domingo, 29 de mayo de 2011

Asesinato en la niebla (5). Por Héctor Castro Ariño

héctor castro ariño 1aFoto: Héctor Castro Ariño


A la mañana siguiente y, después de haber desayunado, Frago fue a visitar la torre del difunto. Iba en un Panda, en un Seat Panda. La noche de antes el farmacéutico le había ofrecido el coche para los desplazamientos del policía. La torre ya había sido inspeccionada por el oficial de turno sin haber encontrado nada, pero Frago prefería registrarla personalmente. La torre era muy majeta, no muy grande per sí bien arreglada. Tenía alrededor unas cuantas hectáreas de sembrado. En la vivienda no le llamó nada la atención, así que decidió darse una vuelta por el terreno. Caminó mucho rato; el andar lo relajaba y le ayudaba a reflexionar. Antes de volverse haría una pipada. Al ir a encender la pipa se le cayó al suelo y al ir a cogerla vio una brillantez en el suelo. ¿Qué era eso? Removió un poco la arena y todo estaba lleno de una substancia o, mejor dicho, de unos trocitos de color azul que parecían una mezcla de cristal y piedra. Frago cogió unos pocos y se volvió hacia la torre. Volvió a entrar y esta vez le llamaron la atención unas figuritas azules cristalinas que estaban por todos lados. Parecía un material muy delicado, y la verdad, esas figuritas eran muy bonitas. Se llevó una. En su Panda provisional se encaminó sin pensárselo directamente hacia Zaragoza. Llevó los trocitos de piedra (o cristal) y la figurita a los laboratorios policiales de la capital aragonesa y los hizo analizar. Por la tarde tenía ya los resultados. Los pedazos azules y cristalinos que Frago había recogido de la tierra de Salat eran un mineral muy preciado y muy poco abundante. No hacía muchos años que se había encontrado por primera vez y se lo denominaba zusa. Había minas de zusa en Asturias, León y, desde hacía cuatro años, también habían descubierto una en Aragón. Concretamente, el Estado, a través de la D. G. A. –Diputación General de Aragón-, estaba explotando una mina de zusa en el Prepirineo oscense. En ese yacimiento había unas grandes medidas de seguridad. La figurita también se analizó y estaba hecha de zusa, pero de un zusa puro al 100%. Era increíble. A nivel mundial también existían muy pocos yacimientos de zusa. Este material se empleaba en aeronáutica por sus particulares propiedades pero cualquier país belicoso pagaría grandes cantidades de dinero, en el mercado negro, por este material debido a la posible e impresionante aplicación en el campo de la armamentística, algo que desde la ONU ya se había prohibido y denunciado. Corrían voces de que algunos países tercermundistas, pero armamentísticamente hablando muy potentes, estaban detrás de conseguir zusa fuese como fuese. ¿Cómo era posible que la torre de Salat estuviera llena de zusa? Hasta que Frago no resolviera el caso no enviaría a la policía científica al lugar, no convenía movimientos espectaculares hasta cerrar el asunto. Ya era de noche cuando Frago volvió a aparecer por el pueblo y se fue directamente al hostal a cenar y a dormir. Por la mañana continuaría con sus pesquisas.

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Foto: Héctor Castro Ariño


hector castro ariño 2
6:00 A.M. El inspector tiene una corazonada. Se levanta, se ducha, hace un desayuno rápido y coge su Panda y se encamina hacia el pantano. Se acerca a la piedra donde había encontrado días antes una astilla azul y se da cuenta de que no es madera, ¡es zusa! Frago se encamina entonces hacia la finca de Paco Salat, la corazonada continúa. Una vez en la finca, empieza a caminar buscando quién sabe qué por todos los sitios. Son las ocho de la mañana, la insistencia del “Sabueso” es infinita, pero no encuentra nada. Después de rodar por todo el terreno se arrima hasta la casa y la registra de arriba abajo, incluyendo el sótano. No encuentra lo que busca, así que vuelve a buscar por las hectáreas de alrededor. Nada. Cuando ya estaba a punto de tocar retirada observa unas marcas en el suelo que le llaman la atención. Parecen las ruedas de un tractor, pero… ¿qué ha de hacer un tractor por allí estos días? Las observa bien, las toca… Son las huellas de un vehículo, posiblemente de un 4x4. Son relativamente recientes, no tendrán más de un día. Pero, ¿quién querría rondar por allí? Las sigue, hay un momento que se pierden en un barrizal pero… ¡Hay unas pisadas! Primero hay dos, pero después localiza dos más. Las examina bien y le vienen a la memoria las pisadas que había visto en la zona del pantano, el tamaño es similar y también son pisadas de bota. Intenta seguir las huellas del 4x4 pero las pierde. El sol ha deshecho toda la nieve. Todo son charcos, agujeros y barrizales. La cabeza del policía se va iluminando y trabaja al 200%. Recorre toda la zona, no encuentra nada. Solo destaca otra marca por el suelo. Nota como si una masa sólida hubiera allanado parte del terreno. Examina mejor el lugar y descubre que por el suelo se puede ver algunas menudencias de algo parecido a zusa o incluso del propio mineral. Pero en algún sector hay algo más, algo grisáceo. Recoge un pedazo azul y uno grisáceo y hacia los laboratorios de la capital aragonesa, eso sí, esta vez por correo policial desde Barbastro. El resto del día Frago lo dedicó a descansar, pasear y cavilar. Pensaba que se acercaba al final del enigma. Esa noche la pasaría vigilando la finca de Salat desde el Seat Panda. Pasó toda la noche en vela, pero nada de nada. Allí no apareció nadie. Desilusionado se volvió hacia el hostal, que ya eran las ocho de la mañana, y directo a la cama, estaba muerto. No eran aún las diez cuando el ruido del teléfono al sonar lo sobresaltó. Eran del laboratorio policial de Zaragoza, habían analizado el material. Los pedazos azules eran efectivamente zusa, pero los grisáceos eran hormigón normal y corriente; hormigón… Sin tiempo casi ni de despedirse, el inspector encara Barbastro con el coche del farmacéutico y se planta en la fábrica que días antes había visitado. Esta vez no quería hablar con ningún trabajador, sino que se encaminó directamente hacia la zona de aparcamiento. Una vez allí empezó a buscar 4x4, había varios. A todos les miraba las ruedas, uno por uno. Finalmente encontró su objetivo, había un Galloper con las ruedas un poco tintadas de una especie de color azulón. Desde el laboratorio habían comentado que el zusa se pegaba y teñía parcialmente los materiales plásticos. Ahora todo le iba cuadrando al inspector, pero no lo tenía todo hecho, así que se fue sin arrestar a nadie, sin interrogar al dueño del vehículo y sin llamar la atención.

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martes, 24 de mayo de 2011

Antonio Mazarico Llasera: "Cantares y Décimas"

antonio mazarico llasera
Queridos lectores:

Hoy tengo el honor de publicar unos poemas que escribió mi bisabuelo Antonio Mazarico Llasera (Tamarit de Llitera (Huesca) 3-10-1873/5-4-1966). Toñet, como le llamaban, durante el servivio militar obligatorio fue enviado a la Guerra de Cuba de 1895, donde ocupó el rango de sargento. Cuando regresaba de la contienda escribió los "Cantares" que reproduzco a continuación.

cantares
cantares
Cantares

Día
Día de gloria para mí
Que me embarco para España
Cumplido ya para siempre.

Contentos están mis Padres,
Que saben que estoy en camino
Y yo con alegría cruzo
a bordo los altos Mares.

Que alegría tendré yo
al llegar a mis hogares
con que afán abrazaré
a la familia y mis padres.

Ya casi no se divisan
Tierras de la gran antilla,
Dios nos dará buen viaje
Y las estrellas nos guían.

Contemplando el agua azul
En altos Mares me encuentro
El que a porfía nos lleva
Al través del agua el viento.

Que delicioso es pasar
El alto Mar sin Marea
y que bonito es mirar
Por la noche las estrellas.


Una vez en Tamarit de Llitera, se casó con mi bisabuela Julia Naval Seira, de Casa'l Trié, que era infanzona y también natural de Tamarit, el 4 de octubre de 1900. Ambos se dedicaron a la agricultura. Toñet Mazarico Llasera escribió también las "Décimas" que reproduzco a continuación:

decimas
décimas
Décimas

-Madre que eres un ser bueno,
puesto que tanto me quieres
enséñame los placeres
que guarda el mundo en su seno.

-Hija esté mundo está lleno
de lágrimas y dolor;
tú como inocente flor
no lo sabes todavía.
-Yo nada sé de tu empeño.
Recupera tu alegría.
y duerme, duerme alma mía
que el amor no es más que un sueño.
No está tu rostro risueño?
Duerme duerme por favor;
que viene la madrugada.

-Madre estoy desesperada...
dime qué cosa es amor.

-Amor lo encuentras en mí,
no en la blanca nubecilla,
ni en la fresca fuentecilla,
ni en el mundo, no, ¡ay de ti!

-No, mi madre, no es así.
No me trates con rigor,
explícate algo mejor,
por un momento si quiera,
y antes madre que me muera
dime qué cosa es amor.>>

->>Amor es un sentimiento
que guardas dentro del alma.
Amor ahuyenta la calma.
Amor es un sufrimiento.
Amor de Gloria y contento,
da tormento y da dolor,
trata dulce y con rigor,
Amor es una batalla...

-Calla por Dios, madre, calla…


antonio mazarico
Bisabuelos paternos de Héctor Castro Ariño

juñia naval seira y antonio mazarico llasera

miércoles, 18 de mayo de 2011

Asesinato en la niebla (4). Por Héctor Castro Ariño

El forense era un tipo alto y fuerte, de presencia seria,pero una vez entablabas conversación con él adoptaba una actitud agradable y distendida. Frago había leído ya el informe del forense, pero tenía algunas preguntas que hacerle. El cuerpo había sido encontrado el viernes, hacía tres días. El forense dictaminó que la muerte se había producido el mismo viernes entre las cuatro y las cinco de la madrugada. También había dictaminado que la causa de la muerte había sido el ahogamiento en el pantano (en las muestras de agua se había podido dictaminar sin duda que se había ahogado en el pantano). Frago interrogó al forense sobre unas marcas que tenía el muerto en las muñecas y en la espalda. Roberto Palacín, que era como se llamaba el forense, le dijo al inspector que esas marcas habían sido provocadas, sin duda alguna, por algún tipo de lucha, ya que la marca más fuerte, que estaba en la espalda, estaba hecha con un hierro y tenía también algunos moratones por el cuerpo que confirmaban la hipótesis. Además, en el cuello de la víctima se habían podido registrar marcas de manos; probablemente las mismas manos que lo habían hundido y ahogado en el pantano. Frago se pasó toda la tarde con el forense y, a última hora, cogió el último autobús que lo volvería a subir al pueblo. Llegó a las diez de la noche y se fue directamente hacia el hostal a cenar algo. Después de cenar se fue al bar de la plaza Mayor a hacer la partida y a conversar con algunos hombres.

El Café de Mulet era el más antiguo delpueblo. Cuando llegó el inspector los hombres ya estaban jugando a las cartas, pero el policía se sentó en una mesa donde faltaba uno para hacer la partida. En esa mesa empezaron la partida el farmacéutico, Miquelet de Casa el Patués, Andrés y el propio Ramón Frago. Jugaban a la butifarra, pero también charraban. Esta vez tampoco hubo ningún problema en hablar del tema del crimen. Frago pidió por la torre de la víctima, pues al día siguiente pensaba ir a investigar. A las once y media la partida se acabó y cada cual tiró para su casa. El oficial, lógicamente, se encaminó hacia el hostal.